SOCIALISMO DESDE ABAJO



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Guerra en Ucrania: ¿Águila calva o bicéfala ante la ruptura del orden mundial? 


07/09/2023 | 294 vistas | Nicolás Fuenzalida Riveros







Guerra en Ucrania: ¿Águila calva o bicéfala ante la ruptura del orden mundial? 

Por Nicolás Fuenzalida Riveros. 

 

A un año de la guerra en Ucrania, son varios los balances geopolíticos o económicos que podemos encontrar del conflicto, sin embargo, nos parece fundamental poner en el centro del análisis los aspectos fundamentales que dan forma a los dramáticos acontecimientos que se viven en Ucrania y afectan a los pueblos del mundo con el objetivo de vislumbrar lo que se aproxima.  

En este sentido, nos parece relevante señalar, cómo durante un año de guerra y múltiples declaraciones y  llamados a la paz, la ruptura del equilibrio se sigue profundizando, al punto de socavar las bases del orden burgués a nivel mundial, bases ya maltrechas por la crisis económica, la pandemia y el cambio climático.  ¿Qué posibles salidas a la crisis capitalista están en juego? ¿Cómo seguirá afectando a los pueblos del mundo la crisis? ¿Tenemos posibilidad como pueblos del mundo de plantear una alternativa? 

 

En la actualidad, como hemos mencionado anteriormente, asistimos a una situación de crisis histórica del capitalismo, cuya manifestación concreta se ha venido expresando en la crisis civilizatoria de occidente y su esfuerzo fallido por cumplir y universalizar sus valores, que hoy se encuentran en decadencia tales como la libertad, el progreso y la democracia (representativa).  

 

Su último gran esfuerzo universal ha sido el proceso de globalización que caracterizamos como el último vuelo del águila calva1 cuando, “en un gesto astuto, eludiendo al problema existencial, el Occidente puso en medio de la razón y la fuerza la silenciosa eficacia del dinero”2 y hoy tras la crisis del 2008 ha comenzado su declive.  

Esta situación, en medio de la crisis capitalista y del orden mundial, ha terminado por abrir la puerta de par en par al resurgimiento de antiguos planteamientos civilizatorios. 

 

La guerra en Ucrania, como hemos caracterizado, representa una manifestación de la disputa interburguesa para resolver el problema de la acumulación provocada por la crisis capitalista, lo cual define el carácter imperialista del conflicto, tal como señalamos en documentos anteriores3. Este escenario de confrontación ha venido transitando paulatinamente hacia un choque de alcances civilizatorios que se configuran como posibles salidas para la resolución de la crisis y el restablecimiento de un nuevo orden mundial.  

Así lo demuestran las acciones de castigo económico a Rusia, las suculentas cifras de dinero e infraestructura militar aportadas por Occidente y los miles de “voluntarios” de distintos países de Europa que se han sumado a la guerra, sin las cuales no hubiese sido posible para Ucrania sostener y continuar durante más tiempo la guerra4.  

Esta situación está lejos de desaparecer, así quedó de manifiesto en el discurso de Biden efectuado en Polonia5 donde enmarca “el apoyo occidental de Ucrania como parte de una defensa más amplia del orden internacional basado en reglas donde se respeten los límites territoriales y se defienden las democracias”, escribió The Wall Street Journal6 

En el caso de Rusia, la situación no es distinta, los vuelos del águila bicéfala7 mediante el ejército ruso y la compañía merceria Wagner, propiedad de oligarcas rusos siguen avanzando y se le suma el discurso realizado en el marco de la conmemoración de un año de guerra presentado por Putin, el cual  estuvo marcado por la crítica a la decadencia espiritual de Occidente y la defensa de las tradiciones, donde se destaca a Rusia como una civilización propia a la cual salvaguardar, en medio de un conflicto local que avanza hacia un alcance global.  

Situación que se mueve en coherencia con la presentación de una serie de medidas que ponen en marcha una economía de guerra para los próximos años, mediante la construcción de infraestructura estratégica en puertos, líneas férreas, industrias y desarrollo de nuevas tecnologías (IA),  implementación de programas sociales (viviendas), flexibilización de créditos y alivios fiscales para la industria, un fortalecimiento de las relaciones con Asía, principalmente China y finalmente la suspensión del tratado de armas nucleares New Start, aspectos que en su conjunto dan cuenta de un conflicto de alcances civilizatorios entre aves rapaces muy  lejos de terminar.  

 

 

¿A qué nos queremos referir cuando hablamos de disputa civilizatoria?  

 

Una civilización a grandes rasgos representa una propuesta cultural que pretende influir bajo ciertas circunstancias a un territorio en específico, con el objetivo de avanzar hacia la humanidad en su conjunto, cuya pretensión es instaurar una validez universal de su proyecto histórico.  

La modernidad, en su manifestación capitalista, que tiene sus inicios durante el primer siglo del segundo milenio en Occidente, representa hasta ahora la más avanzada pretensión civilizatoria por transformar su diseño institucional y económico, sus valores y normas generales en cuestiones de orden universal. 

Un rol relevante hacia este objetivo civilizatorio y un respectivo equilibrio del orden mundial se cumplió satisfactoriamente hasta los años noventa. Por un lado, mediante el establecimiento de un conjunto de instituciones interestatales -ante todo, la ONU, el FMI y el Banco Mundial-, a las que los EE.UU. controló políticamente y proveyó de su estructura formal de funcionamiento. Y, por otro lado, más importante aún, mediante un acuerdo al que los EE.UU. llegaron con la única otra potencia militar sería en el mundo post-1945, la URSS, arreglo al cual tenemos que referimos con el nombre clave "Yalta"8. 

  

De esta forma, tras la desintegración de la URSS muy a contrapelo con los pensadores occidentales que osaron decretar tras el impulso de la globalización la “victoria del águila calva” y  “el fin de la historia”, sin embargo hemos visto cómo estas últimas décadas, en medio de una crisis estructural y a partir de la gran recesión económica iniciada el año 2008, el proceso de globalización ha caído estrepitosamente poniendo en tensión el orden mundial hasta ahora vigente y la apuesta civilizatoria de occidente, agudizado además por un alza en los levantamientos populares a nivel mundial, fundamentalmente el año 2018 - 20199. los dramáticos efectos de la pandemia, el cambio climático y finalmente la guerra (al que llamamos Cisne Negro de tres cabezas)10. 

Cuestión que ha generado un resurgimiento de antiguas concepciones que dan forma a viejas figuras civilizatorias que se hallaban dormidas y que hoy se reconfiguran como salida reaccionaria a la situación de debacle del viejo orden mundial en decadencia y que además han servido de alimento (sustrato ideológico) para las aves carroñeras provenientes de las nuevas derechas radicales en el mundo.   En este caso particular, nos referimos a las ideas del Neoeurasianismo, que se han venido condensando las últimas décadas con el pensamiento político de las élites rusas.   

 

Para comprender estas concepciones, tendremos que ir a los orígenes de este pensamiento. El primer acercamiento es poder comprender el concepto de Eurasia, cuyo nombre se le atribuye al científico austriaco Eduard Suess, quien, al referirse a la división de Gondwana y Laurasia, diferenció a Eurasia como una nueva entidad geológica, posteriormente será Vladimir Lamansky quien será el primero en introducir en la década de 1890, un nuevo significado político de la palabra Eurasia como un tercer espacio, que no corresponde ni a Europa ni a Asia. 

Más tarde, ya en los años 20 del pasado siglo, Savitsky dotará a Eurasia de unas características más elaboradas. Savitsky va más allá de la diferenciación geográfica enunciada por Lamansky, para así concebir a Eurasia como un sujeto con identidad cultural propia, fruto de la continuidad de dos antiguos mundos, la antigüedad occidental, refiriéndose al helenismo y la antigüedad oriental11 

 

Los primeros en dar forma al movimiento Eurasianista serán los intelectuales rusos, forzados a emigrar a Europa producto del estallido de la revolución Bolchevique, proceso que considerarán como una trágica consecuencia de la paulatina occidentalización promovida por los zares. Esta corriente intelectual, que tendrá su florecimiento durante la década de 1920, quedará relegada por muchas décadas de dominio soviético hasta su caída y posterior desintegración, donde tendrá un reimpulso catapultado por la necesidad de comprender el nuevo rol de Rusia en el escenario internacional, produciéndose un replanteamiento de las ideas eurasianistas de manera heterogénea que las dividirá en: “geoeconomistas”, “estabilizadores”, “civilizacionistas” y “expansionistas”12 

Sin embargo, son los “expansionistas” quienes se identifican más abiertamente con el eurasianismo tradicional. Su principal ideólogo, Alexander Dugin, crea una ideología política que se ha denominado neoeurasianismo, caracterizada por considerar la influencia occidental como una amenaza y definir a Rusia como un imperio en constante expansión territorial, basado en una civilización propia con unos valores superiores a los occidentales13.  

El neoeurasianismo conserva del eurasianismo clásico el rechazo tanto de la influencia política de Occidente como de su influencia como modelo cultural para Rusia; así, para autores como Alexander Panarin, la “civilización ortodoxa” eurasiática es una alternativa a la “globalización tecno-económica” liderada por Occidente14 . 

De esta forma, tras la desintegración de la URSS, pero fundamentalmente tras la llegada de Putin al poder, la federación rusa ha trabajado acuciosamente por consolidar un bloque euroasiático que le permita contrarrestar la influencia global del bloque liberal Atlantista y devolver a Rusia un sitial de importancia internacional.  

En la actualidad, este escenario se ha agudizado, debido a los evidentes síntomas de agotamiento del proceso globalizador liberal, configurando un escenario favorable para que las ideas neoeurasianistas resurjan y vayan permeado a la sociedad, la elite y la política general rusa, además de otorgarle aquellos elementos tan cruciales para vencer en una guerra, como darle fines capaces de convertirse en mitos, estados de ánimo, pasiones y sentimientos populares vitales en el conflicto. 

En este contexto, las ideas del neoeurasianismo son coherentes con las palabras del reciente discurso de Putin y el panorama político que se vive en Rusia, que nos hablan de una “Rusia que tiene el derecho a ser fuerte”, que debe llevar adelante sacrificios económicos para sostener ciertas posiciones políticas “en defensa de las tradiciones”15 decretando la catástrofe espiritual de occidente.  

Sin embargo, la tradición a defender no se centra en los valores de la religión Ortodoxa particularmente, al igual que las ideas del neoeurasianismo, que es por definición defensor de las diferentes tradiciones religiosas que vertebran las identidades de los pueblos. Putin en su discurso, ha dado un saludo abierto y explícito a todas las religiones que comprenden la Federación Rusa y cuyos representantes han estado presentes como invitados en el auditorio.  

Por lo tanto, los factores étnicos y culturales serán el punto de partida para un nuevo modelo territorial federalista. La flexibilidad, la autonomía de las diferentes naciones federales junto con un claro poder central federal, que pondría fin a los prerrequisitos propios de un potencial separatismo latente (...) Como se ha tratado anteriormente, Dugin se separa de los eurasianistas clásicos a la hora de abordar el tema religioso, se separa de la visión de la Iglesia Ortodoxa como única guía del proyecto eurasianista para incluir dentro de este plan a las demás creencias religiosas presentes en los pueblos eurasiáticos. Aun reconociendo el papel fundamental de los ortodoxos, otras religiones propias de los pueblos de la región, también pueden ser aliadas a la hora de preservar la tradición propia y hacer frente a la disolución cultural de la globalización liberal16. 

Las primeras señales de implementación de estos fundamentos se producirán el año 2000 de la mano del primer mandato de Putin, donde el nuevo presidente ruso construirá un sistema federal (con 8 distritos federales divididos en entidades subnacionales) basado en la igualdad entre ciudadanos, la simetría entre los diferentes gobiernos y una rígida división de poderes y competencias entre las autoridades17. En el ámbito educativo, se introducirá la asignatura “Fundamentos de la cultura Ortodoxa”, pero incluyendo también como opción la asignatura “Fundamentos de la cultura islámica”.  

Otra arista importante en las ideas neoeurasianistas que han ido permeando a la política Rusa, tiene relación con la visión geopolítica y militar. En el plano militar adquiere protagonismo fundamental la preeminencia de la seguridad nacional, argumento por el cual es justificada la invasión a Ucrania y en lo geopolítico la visión de un orden capitalista multipolar; Este proyecto supone una apuesta por limitar al ámbito económico las relaciones con Occidente, preocupado por instaurar una democracia liberal en el país de los zares. Así mismo, es un empujón hacia la integración política con los países euroasiáticos, así como el establecimiento de alianzas con países asiáticos como Corea del Sur y Japón, que no comparten con Occidente la preocupación por una Rusia demócrata-liberal, y sobre todo con China18. 

 Este último país, desde el pensamiento neoeurasianista será el principal aliado del conglomerado para luchar por la multipolaridad en la arena de la política global, por la cual creemos que sus relaciones económicas y políticas se seguirán fortaleciendo. En esta línea es anecdótica la implementación durante septiembre del 2022 la asignatura “Conversaciones sobre cosas importantes” y la programación para alumnos entre 8° y 11° grado de contenidos que describen la “misión especial” de Rusia como objetivos para construir “un orden mundial multipolar”19 

Podemos concluir entonces, que asistimos a una crisis histórica del Capitalismo, de alcances civilizatorios y de evidente ruptura del orden mundial, que se nos presenta ante nuestros ojos como un proceso de transición sumamente incierto y confuso, donde las clases dominantes exploran al calor de la confrontación abierta nuevas salidas plausibles a la crisis. 

La elección que tenemos que tomar no gira alrededor de si nos subordinamos o no al vuelo de ambas aves rapiñas, como ha venido sosteniendo un sector importante de la izquierda, que por incomprensión, claudicación o nostalgia al sueño americano o pasado soviético ha rendido pleitesía o se ha sumado como vagón de cola al canto de sirenas de las elites globalistas (democracias burguesas occidentales) o a las autocracias capitalistas del nuevo orden multipolar.  

Más bien debemos prepararnos para el momento en que estas alternativas se derrumben y el gallo rojo pueda cantar con fuerza nuevamente al alba. 

Para ser honestos y no seguir viviendo de nuestras nostalgias pasadas y repitiendo formulas fracasadas o rojipardas20, debemos asumir en primer lugar que no tenemos la posibilidad de responder hoy a la pregunta que nos hacemos al comienzo, entorno a la posibilidad de los pueblos de llevar adelante una alternativa viable y concreta para enfrentar el colapso civilizatorio. 

Sin embargo, tenemos la certeza que esta alternativa debe surgir de un esfuerzo mancomunado y colectivo, este mismo documento invita aquello. 

Demos levantar un movimiento que surja de la comprensión de las posibilidades históricas que tenemos como sociedad actualmente y una crítica de raíz a las bases de la modernidad capitalista (democracia, libertad, progreso) consecuencias del modo de producción vigente, recuperando para los nuevos tiempos a Marx, uno de sus mayores críticos y a todas las mentes abiertas al cambio y la transformación de raíz de este sistema. 

 

Debemos resolver colectivamente una postura ética y moral acorde al futuro que deseamos construir y finalmente construir una estrategia coherente con la crisis histórica que asistimos y las importantes señales  o revelaciones que los levantamientos populares y los escenarios de emergencia local y mundial nos han mostrado. 

Estamos ante un momento en el cual la abierta intervención y creatividad humanas son fundamentales para inaugurar un nuevo orden social que ponga en marcha una legítima tercera vía de los pueblos no alineados contra la guerra imperialista y una crítica de raíz al modo de producción capitalista que inaugure las bases para la construcción de una nueva sociedad, la mancomunión de los pueblos del mundo.  

 

 

 







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