Introducción
No hay que mezclar peras con manzanas. Siempre lo dicen.
¿Pero el tutifruti no es un postre tan rico precisamente porque mezcla las peras con las manzanas? Y los duraznos y los damascos.
El problema es la gente.
La población, incluso la mayoría de los trabajadores, ha sido hipnotizada por el neoliberalismo, el consumismo, el egoísmo. Por lo tanto, hay que acercarse a ellos “de a poco”, “con mucho cuidado”, sin entrar en “exageraciones”. O si no, ellos (y ellas) se van a ir con la derecha radical.
Así nos dicen.
Y así va la agenda, desde Chile (frente a Kast), hasta Argentina (frente Milei), hasta Francia (Frente a Le Pen), hasta Alemania (frente al AfD), hasta Italia (Frente a Giorgia Meloni), hasta Norteamérica (frente a Trump).
Es parte de la situación que enfrentamos hoy.
El sistema neoliberal impuso décadas de austeridad en los hogares de muchos países, pero las poblaciones de esos países han pedido más neoliberalismo, más libertad para ser capitalistas, y menos migrantes, menos gente que “no es como yo”.
Es decir, menos extranjeros y más gente como yo. No hay que mezclar las peras (nosotros) con las manzanas (ellos).
La izquierda también ha sido hipnotizada.
Ahora bien, la izquierda menos (o más) radical, ha aceptado que no mezclar las peras con las manzanas es parte esencial de su política.
Es decir, para no provocar el rechazo por parte de la mayoría poco radicalizada (por no decir racista y nacionalista), hay que hablar de unos pocos temas muy cercanos a sus vidas. Hablar de la falta de viviendas, las pensiones bajas, la salud inadecuada, la inseguridad.
Y NO hay que mezclar esos temas con otros más conflictivos, como la riqueza de la minoría. Y menos mezclarlos con la opresión que sufre los y las gay y “gente así”, como el odio, racismo y la xenofobia.
Si la izquierda mezcla las peras con esas manzanas, la mayoría va a acercarse más a la derecha radicalizada, Así va el argumento.
Este artículo sobre estos temas es tan urgente hoy porque, en varios países está pasando algo que ha sorprendido a muchos activistas. En Francia, por ejemplo, las huelgas masivas y movilizaciones contra los cambios en las pensiones han convivido con el crecimiento de la derecha radical y sus aliados fascistas.
En Francia, crecen las huelgas de protesta y también la votación para Le Pen.
En Norteamérica, creció Black Lives Matter y también el apoyo para Trump.
En Inglaterra, se eligió el nuevo gobierno laborista, pero 7 millones votaron por los racistas.
En Argentina, apoyo masivo para Milei, en Italia la presidente tiene historia de fascista, en Alemania, ganaron los nazis en un estado.
¿Cómo es posible tal situación?
¿Cómo hay que reaccionar?
En Francia, los sindicatos que organizaron los millones en contra de los cambios en las pensiones (pero perdieron), no quieren movilizar sus afiliados en contra del racismo. Es decir, movilizarlos en contra del racismo con nombre y apellido.
No hay que mezclar peras y manzanas, dicen... podemos luchar por mejoras de condiciones de vida, pero marchas contra el racismo y en apoyo de los migrantes, eso sí que no.
Y en Norteamérica e Inglaterra, los demócratas y los laboristas no salen en la tele para decir que Trump y Farage (el Trump inglés) son racistas con nombre y apellido, porque piensan que pueden perder los votos de los votantes que están de acuerdo con el mismo Trump y Farage.
Es peor, porque, con el afán de no asustar a los votantes, los gobiernos tanto de derecha como de “izquierda”, han cerrado sus fronteras a los migrantes que son “demasiados”, y así el veneno del racismo crece.
Crece y sigue creciendo porque el racismo y el nacionalismo son UNA respuesta al malestar que millones sienten bajo el impacto de cambios económicos. OTRA respuesta podría ser malestar contra los ricos y poderosos.
El problema es que, si nuestras organizaciones sociales no organizan su gente en favor de los derechos de todos, en contra de los racistas, en contra de la xenofobia, con nombre y apellido, entonces ese racismo y xenofobia crece y sigue creciendo.
La prueba de eso ya está a la vista en el gran éxito que ha tenido Le Pen en los últimos meses... Ya tiene 142 diputados en el gobierno de Francia.
MALA la salud--- Echar la culpa a los migrantes por ocupar tanto los servicios (o echar la culpa a los ricos por no soltar su plata)
MALOS los sueldos – echar la culpa a los migrantes por trabajar por sueldos muy bajos. (o echar la culpa a los patrones por ganar cuando pagan sueldos muy bajos a trabajadores migrantes)
MALAS las viviendas – echar la culpa a las familias de migrantes por vivir tantas en una sola casa (o echar la culpa a las inmobiliarias por ganar tanta plata y a la falta de casas construidas por los municipios).
La izquierda conservadora.
Hay sectores de la “izquierda” que piensan que se puede parar la derecha si no se mezclan las demandas “normales” con las luchas sobre los temas “woke”. Es decir, hay que hablar sobre los temas cotidianos y no sobre esa política que inventa gente “rara.”
Así, en Alemania, por ejemplo, un sector dirigido por Sara Wagenknech del partido de “izquierda” Die Linke, se fue del partido para crear otro (el BSW) que habla menos de cosas “raras” y más sobre los “problemas de la vida cotidiana” como la cesantía y la falta de educación y de vivienda. Es decir, su partido nuevo no se identifica contra la opresión LGTB... pero tampoco contra racismo.
Eso cuando falta un movimiento fuerte callejero contra los nuevos nazis que echan la culpa por los problemas de la cesantía y la vivienda a los migrantes.
Wagenknecht echa la culpa por la falta de recursos también a la guerra de Ucrania y por eso dicen que es de “izquierda”. Pero su tipo de “conservadurismo de izquierda” es un reflejo de la fuerza del racismo, en vez de un movimiento CONTRA el racismo, porque acepta que hay “demasiados” migrantes que se llevan los recursos de “nuestras” casas, educación y salud. Hay que cerrar las fronteras en vez de abrirlas a los refugiados que se arrancan del terror y miseria.
La solución de lucha.
La derecha va a crecer aún más si no enfrentamos la molestia que sabemos que existe, con movilizaciones que SÍ mezclen el antirracismo, el apoyo a la gente LGTB y la solidaridad, con organizaciones para mejorar los sueldos y bajar las colas en las urgencias.
Porque la derecha y sus aliados nazis también tienen sus soluciones a las crisis económicas... son el racismo, recursos para unos, pero no para otros, y echan la culpa a los que no tienen voz.
La solidaridad, es decir la política consciente de solidaridad, es un pegamento muy fuerte que aglutina gente distinta y diversa. Es algo como la amistad.
Y las organizaciones sociales son más fuertes si sus socios comparten la solidaridad antirracista o la solidaridad con los gay.
Ese tipo de solidaridad no la quieren las derechas y sus aliados.
Los activistas que piensan que hoy día es mejor organizar las bases sobre puros temas de la vida cotidiana, se equivocan. Esa actitud me hace recordar a aquellas hombres y mujeres que dicen que no hablan de política ni religión en la casa. ¿Por qué no?... pregunto yo.
Es que el racismo y el odio rompen la solidaridad sindical (por ejemplo) por la simple razón que hay muchos trabajadores que son migrantes, hijos de migrantes o nietos de migrantes. Y piensa del caso de Cristian Cuevas. ¿Su obra de organizador de sindicatos es menos efectiva porque es orgulloso en decir que es gay?. Creo que su obra es mejor porque todos sabemos que es valiente.
Si un movimiento social (y los racistas y nacionalistas son organizaciones sociales) lucha por ser los primeros en la fila por mejoras en la vida, “la caridad comienza por casa” y dejan a los migrantes más atrás en la fila... y todos sabemos que los últimos en la fila, raspan la olla.
Esos movimientos tienen dos caras... son luchadores para sus demandas, pera reaccionarios también porque luchan EN CONTRA de los derechos para otros.
¿Qué hacemos entonces?... trabajar para que haya voces que organicen la solidaridad. Que proclamen que los migrantes deben tener el derecho a meterse en la fila en los Cesfam y las Urgencias, por ejemplo. Y que no es la culpa de ellos (y ellas) que al sistema de salud le falten recursos.
Conclusiones
Si no ganamos esta lucha por la conciencia de millones, la van a ganar la derecha y sus aliados nazis. Y hoy, están ganando ellos.
Peras y manzanas, las dos son frutas. Hay que mezclar la lucha por demandas de la vida “cotidiana” con la solidaridad contra el racismo y la opresión. Hay que mezclar las peras con las manzanas y la cosecha va a ser mucho mejor.